
El hombre lleva un sombrero también marrón. Tiene la cabeza gacha, pero su posición es firme. Está alzando la barbilla y observa la entrada cerrada a mi dormitorio. Mi perro se ha levantado para acercarse a mí. Lo abrazo. No podemos dejar de vigilar la puerta. El hombre ha comenzado a andar, lentamente, hacia mi habitación. Se me encoge el corazón y mi perro baja las orejas. Sé que está agarrando el picaporte. La puerta se ha abierto. Mi perro gime. Está oscuro. No veo nada.
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