A veces tengo miedo. Quiero conocer todos los secretos del universo, y no morir sin haberlo hecho. Pero sé que eso es lo más irracional que ha pasado por mi mente y que no me espera otro destino que ser un simple peón de este maltratado mundo y acabar bajo tierra como... al fin y al cabo, todos los demás. Cuando sufro por alguna estupidez, típica de cualquier adolescente, pienso que la naturaleza me ha colocado en un lugar idóneo, que he tenido muchísima suerte. Podría haber sido una de esas personas condenadas por la hambruna, podría vivir bajo un puente o en una choza sin luz ni agua en algún rincón del planeta. E incluso podría no haber nacido. Pero aquí estoy, escribiendo en mi propio portátil, en mi dormitorio individual, con los estudios y la comida asegurados. También podría tener una enfermedad terminal, pero no la tengo -al menos, por ahora-.
En ocasiones, voy por la calle y me fijo en las personas con las que me cruzo. ¿Qué clase de vida tienen? ¿Están casados, tienen estudios, son felices, fuman? Unos tienen la piel blanca; otros, mulata o, simplemente, negra. Todos somos diferentes, pero a la vez iguales. Nadie se fija en mí especialmente, somos todos una corriente de pasos hasta un destino que nosotros hemos marcado. O que nos han marcado.
Incluso hoy en día hay seres humanos condenados a, si no a la esclavitud, algo muy semejante. Duele escuchar en el noticiero que alguien ha matado a otro alguien, que nosequién se ha enzarzado en una pelea con otro nosequién y ha acabado cometiendo un homicidio... En fin. También viviendo en un país democrático -España- me resulta casi increíble que sigan existiendo naciones con un líder dictatorial. Esa clase de regímenes sólo crea mentes planas. O, al menos, a mi parecer.
A fin de cuentas, pienso que vivimos en un mundo lleno de incógnitas que probablemente jamás se resuelvan, donde además somos fruto de no mucho más que casualidades que nos han colocado donde estamos, que han hecho que seamos juez, culpable o víctima... Tú, si sales en la televisión, no eres más que yo; en mi caso, tanto si salgo en la televisión, como en la radio o como en el periódico nacional, no soy más que tú. Nadie es más que nadie.