25 de abril de 2013

Tropiezos invernales



Aguardó como una sombra desesperada, dejando que ocurriera lo esperable. Después, hizo lo que creyó que debía hacer para sentirse mejor:
Culpó a la persona por la que sufría. Se hundió en el agujero que lo ayudó a esconder su sufrimiento. Se sumió en la soledad, protectora de su corazón. Dejó salir su dolor en lo más profundo de los silencios y en la más sucia de las soledades. Se aferró a sus vicios como otrora se hubiera aferrado a ellaSe sentó a ver la vida pasar... Con un ardiente fuego que le quemaba las entrañas, pero que le cegaba por fuera y por dentro. Aceptó sin importarle su condición de soledad. Y siguió obstinado y solo, avanzando hacia un corazón de hierro y unos ojos de cristal.
Hasta que un día, tan frío como de costumbre y tan lúgubre como cualquiera, hizo una pausa para reflexionarAdmiró la luz desbordante con la que ataca el día, la vida, cuando se tiene ojos para verla. Salir no era tan fácil como entrar, pero ambos lugares tenían un camino que los comunicaba y solo tenía que recorrerlo a la inversa.

Decidió abrir la puerta y escapar. Y firmemente afrontó su vida, con su corazón cicatrizado, sus agujeros tapados y su soledad agonizando, muriendo ante una nueva e incipiente amistad con el día a día. Con la dureza y la determinación del que teme un nuevo dolor, pero con la ternura de quien va a empezar a vivir.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...