6 de octubre de 2011

Hoy


Esos días amanecía enamorado. Sus ojos, brillando de emoción, me sonreían. La comisura de sus labios me hablaba, me contaba de sentimientos y de días y noches que vivir, de lugares que recorrer y abrazos que dar. Su impaciencia por verla me explicaba a gritos sus ansias. Sus sonrisas me decían qué días la veía y qué días no.

Hoy ha amanecido enamorado. Sus ojos, enrojecidos por el llanto, no me miraron siquiera. La comisura de sus labios estaba encogida, casi temblando, contándome de sentimientos rotos y emociones horriblemente desoladoras, de días y noches eternos que soportar, de lugares imposibles de mirar por miedo a hacer aflorar recuerdos, de falta de abrazos. Su impaciencia por que el día tuviera tantas horas vacías me explicaba a susurros sus nulas fuerzas por disfrutar la vida. Su falta de sonrisas me decía que nunca la veía, que nunca volvería a verla, no al menos como hasta entonces la había visto.
Hoy he amanecido enfadada. Enfadada con el amor, traicionero, mentiroso, creador de ilusiones que luego el abandono destruye.

Había pensado en no volver a tratar con él, pero al recordarlo cambié de idea.

¿Quién no es cegado por la belleza de un amor creciente, prometedor? Te arrastra sin pensarlo hasta su magnitud, hasta su cénit, y luego, a veces, sin quererlo, te abandona.
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