27 de febrero de 2011

Tempus fugit

La oscuridad lo tenía envuelto desde que, maldito destino, las garras de la muerte habían alcanzado a aquella especial persona suya. Me dijo que no le quedaban ganas de vivir, que no tenía ambición alguna ni ganas de poseerla. Temí por él, como jamás había temido por nadie. Le expliqué que la gente viene y va, pero que él seguía vivo, que aún no le tocaba marchar. Sus ojos me espetaban, día tras día, que se estaba dejando a la suerte. Su repentina extrema delgadez, sus marcadas ojeras. Yo misma moría junto a él, me mataba su desdicha. Pensé que tal vez el tiempo lo arreglaría todo, pero no hizo más que empeorarlo. Unas semanas después dejó de salir a la calle, de contestar a las llamadas. Cuando el vaso se colmó, acudí a verlo, asustada. No me abrió la puerta. Conseguí derribarla con la ayuda de un amigo. Lo encontramos en su cama, dormido. No había cometido ninguna barbarie, pero la única señal de que seguía vivo era que su corazón latía y su cerebro continuaba funcionando.
Hablé con él, lo conseguí sacar de aquella deprimente casa. Comprendió mi miedo y me "tranquilizó" como si fuese yo la desgraciada: "La vida sigue". Sus palabras me estremecieron, su tono fue demasiado fúnebre. Organicé una pequeña fiesta llamando a todos nuestros amigos e incluso simples conocidos. Él no tenía idea alguna de lo que estaba planeando para aquella misma noche.
Lo urgí para que se diera una buena ducha y aproveché mientras para quitar todo rastro de suciedad que había descuidado en su depresión. Llegó mi mejor amiga y ambas, exhaustas, llenamos el salón de globos -no podían faltar- y fotografías en las que se retrataban preciosos recuerdos que nuestra amistad había vivido en compañía. En un par de minutos llegaron todos los demás, justo a tiempo para recibir al recién duchado.
Estalló en lágrimas. Jamás lo habíamos visto ninguno llorar tanto. Le demostramos todo nuestro cariño, nuestro apoyo. Supo entonces que no estaba solo, que nunca lo había estado.
La fiesta fue única, y la fraternidad que existió entre nosotros incomparable. Desde entonces, es el primero que sonríe. El primero que dice a otro de nosotros, cuando alguno se da de bruces con la tristeza, que es más bella la vida cuando se la ve con alegres y optimistas ojos.

3 comentarios:

  1. Muy interesante :) algo diferente Muy bien
    By: Frandy

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  2. ¡hola! Esta historia es una forma de literatura muy interesante, ya que el narrador es un testigo y no el propio personaje o un narrador externo.
    Te felicito, es preciosa.
    by: Inma

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