-Amor, ¿puedo darte un beso? -Su voz, tranquila, dulce, aterciopelada.
-No. -Respondió ella, mirándolo con ternura.
Él no pudo sentirse más desconcertado y, escrutándole los ojos, le preguntó:
-¿Por qué?
-Porque no quiero que me lo pidas. Róbamelo. -Le instó para, acto seguido, lanzarse sobre él cual fiera hambrienta.
Un beso tierno, profundo e irrepetible. Y luego otro. Y otro. Y otro más.
Una vez robé un beso, la torta que me gané fue de campeonato, otra vez besé y me amaron... otra vez la miré a los ojos... y los míos nunca más la ovidaron.
ResponderEliminarMuy bonito el robo Lucía
Qué mejor motivo para volverse un choro aficionado ^^.
ResponderEliminarUn saludo.
Esta hermoso este texto, los besos robados suelen convertirse -la mayor de las veces- en bellos recuerdos.
ResponderEliminarUn gusto leerte Lucía, te dejo enormes saludos.